jueves, 1 de agosto de 2019

Pemetrexed para Caronte


Caronte, el barquero de Hades, era el encargado de llevar los difuntos recientes al más allá cruzando el río Aqueronte. Había que pagarle el viaje con una moneda “a voluntad del viajero”. No obstante si el viajero no podía pagar, el barquero de Hades lo cruzaba igual pero luego tenía que vagar cien años por las orillas del Aqueronte.
Por esa razón, en la antigua Grecia, los cadáveres eran enterrados con una moneda bajo la lengua.
Right Care Alliance es una colaboración entre profesionales de la salud y grupos de la comunidad que busca frenar una nefasta tendencia: incrementar los costos médicos sin incrementar los beneficios para los pacientes.
Efraín llegó a mi consulta hace un par de años, un conocido arquitecto de 84 años profesor de diseño y urbanismo, casado con Hebe, una hermosa mujer de ojos tan celestes como el Atlántico y un cabello tan plateado como la plata misma, actriz.
Nuestras consultas iban de la arquitectura a los emplazamientos urbanos, de las villas y la gentrificación al escenario y a fotos en blanco y negro que muestran a Hebe en sus mejores momentos escénicos, que aún continúan aunque cada vez son menos.
Hebe, de unos 60 y pico, es muy sana; Efraín tenía de todo; artrosis por todas partes consecuencia de muchas obras y mucho andar a la intemperie, una aorta enferma y un agotamiento permanente producto de fallos potencialmente favorables de juicios que nunca llegarían a cobrar y varios hijos y entenados ruidosos y conflictivos producto de una vida apasionada que incluyó varias mujeres, algunas simultáneas, todas reconocidas aunque no tan agradecidas, vaya a saber por qué.
No pocas veces estas consultas terminaban en su casa, en la mía o en algún restaurante porteño. Siempre he reconocido que no siendo canadiense, ni suizo, ni anglo-sajón, me meto con los pacientes hasta la coronilla y para los suspicaces, la mayoría de esos pacientes con quienes me involucro, no son artistas plásticos, ni ingenieros de sonido ni dramaturgos, aunque también aclaro que los prefiero artistas plásticos, ingenieros de sonido o dramaturgos a políticos o sindicalistas, por cuestiones de estética, de ética y de sensibilidad, digamos.
Las consultas con Efraín y Hebe eran verdaderas “intervenciones familiares”.
En pacientes como Efraín, cuya vida patrimonial no está muy ordenada y cuyo desorden puede ser más perjudicial a Tirios que a Troyanos… “me mando a fondo”, intervengo, si siento que algo justo puedo hacer.
Es decir, me expido, saco trapitos al sol, aun a riesgo de salir escaldado, como el gato.
No pocas veces en la consulta y a boca de jarro le decía a Efraín, para gran alivio de Hebe: “Efraín, si usted se muere mañana ¿Qué pasa con Hebe?
Es increíble como para la gente ese “mañana” es decir, el día de la partida, el día del gran viaje, el día del cruce del Aqueronte, no está casi nunca en su visión; es más bien un futuro lejano, impredecible, impensable, del que, por supuesto, es mejor no hablar, porque "nadie se muere en la víspera, decían mis tías esquivándole al tema de la muerte. 
Ese "mañana", comenzó hace unos 45 días cuando en una consulta vespertina Efraín me relató un cansancio inusual al que se sumó una auscultación de los pulmones muy alterada que me llevó a ordenarle una radiografía en el momento y esperarlo luego de la misma.
Pocos minutos después, Efraín sentado enfrente de mí, abro la imagen en la computadora (el ordenador), maravillas de la tecnología y veo lo que minutos después le estaba comentando a la primera neumonóloga que me atendió el interno de la sección… una radiografía “horrible” que revelaba múltiples y diseminados nodulillos en ambos pulmones a los que comúnmente rotulamos de infiltrado “miliar” por su similitud con los granos de mijo.
Y decir “miliar” en la jerga médica, inmediatamente trae a la mente del experto dos “scripts”, dos estructuras mentales que se adaptan a nuestros conocimientos y permiten darle significado a una nueva situación. Un trueno, a las siete de la tarde de un día de calor insoportable nos llevará casi inmediatamente a “lluvia” un script, un análisis diagonal que explica una consecuencia probable, un diagnóstico probable.
Decir radiografía y decir “miliar” llevará a la mente de cualquier médico, experto , dos “scripts”, tuberculosis y cáncer.
En mi charla telefónica a distancia con la neumonóloga que me atendió mirando simultáneamente la misma radiografía que miraba yo, otra maravilla que nos permite la tecnología, discutimos un protocolo de estudio de Efraín considerando ambas probabilidades.
Efraín resultó tener un ganglio sobre su clavícula izquierda, sugestivo de metástasis y fácilmente accesible por una aguja que obtendría material para un patólogo que diría que Efraín tenía un adenocarcinoma, una forma de cáncer de pulmón, que en este caso, además estaba altamente diseminado.
Efraín decía en las consultas no dar un paso sin mi consejo.
La próxima consulta fue una mañana en la que dediqué específicamente el tiempo que Efraín y su caso requerían, es decir una mañana en la que no tenía que atender otros pacientes.
Qué tengo y qué debo hacer fueron las preguntas de Efraín.
Y conociendo a Efraín, conociendo a Hebe, conociendo su contexto y sus apremios, en palabras cuidadosamente seleccionadas y reflexivamente suavizadas le dije que tenía cáncer, y que yo no intentaría tratamiento alguno excepto aquellos tratamientos destinados a mejorar su confort y atenuar su padecimiento y que trate de utilizar las fuerzas en estar tranquilo y por sobre todas las cosas… ordenar su vida.
Fue la última vez que los vi.
Cinco días después cuando los llamé por teléfono para saber cómo estaba, otros “scripts” otros esquemas mentales rápidos, me llevaron a un nuevo escenario. En principio tardé en comunicarme cuando en otras oportunidades y ante otras circunstancias la comunicación era más que fluida y la accesibilidad extrema.
Cuando finalmente parece que a Hebe no le quedó otra que responderme, un tono lacónico y distante me trajo el “script” del caso: de héroe había pasado a villano, les había soltado la mano, los había condenado a un fin sin esperanzas. Nada de eso fue dicho, todo eso fue script; lo único que me dijo Hebe es que al día siguiente empezaba la quimioterapia.
Les deseé mucha suerte y les dije que cuenten conmigo si me necesitaban, sabiendo que no iban a contar conmigo y que preferirían no necesitarme.
La consulta del oncólogo, también era lacónica:
Paciente con cáncer de pulmón, debe iniciar quimioterapia con carboplatino-pemetrexed tiene ganas de lucharla" (SIC).
Efraín tenía un cáncer de pulmón con metástasis en casi todo el cuerpo; abdomen, peritoneo, hígado y glándulas suprarrenales.
Ya a esta altura, considerando la extensión de su cáncer, sus 84 años, su vida y sus “otras” enfermedades, solo me quedaba averiguar algunas cosas:
¿Cuánto podría ofrecerle el tratamiento, es decir cuánto podría alargar su vida?
¿A qué costo para Efraín?
¿A qué costo para el sistema? 

Es decir, cuántos recursos se iban a destinar a Efraín a expensas de otros. Porque cada vez que se gasta en algo, se deja de gastar en algo.
Los resultados “estadísticamente significativos” de los tratamientos oncológicos rayan en la ridiculez. Decir “estadísticamente significativo” (contra no hacerlo) es hablar de algunos días más de de vida (20, 30, 40 días, por ejemplo).
El costo de esta extensión de la expectativa de vida está pobremente compensado por una dudosa “calidad de vida”. No me digan que al calvario de un anciano que tiene que hacerse no menos de seis sesiones de “quimio” con sus trámites, con sus viajes, con sus autorizaciones, con sus brazos lacerados por pinchazos, con días de lluvia y taxis imposibles en un Buenos Aires cada vez más congestionado puede llamársele calidad de vida.
Como en el juego de la generala a los dados: tachame la doble y tachame la generala también, es decir poca esperanza por el tratamiento y alto costo para Efraín.
Como Columbo, ese detective desaliñado de la policía de Los Ángeles encarnado por Peter Falk que acosaba a los homicidas esperándolos sentado en el zaguán de sus casas con “una pregunta más”, “solo una curiosidad”, “nada importante”, me hice dos preguntas más:
¿Cuánto saldrá el pemetrexed?
¿Cuánto se usa en promedio en cada tratamiento?
En números redondos la ampolla de 500 mg sale entre 2 mil y 3 mil quinientos dólares. Se realizan unos seis ciclos, es decir entre 12 y 21 mil dólares por tratamiento, solo de pemetrexed, a los que hay que agregarles otros medicamentos, análisis, internaciones por complicaciones, estudios, consultas, otros estudios.
Una neumonía, una infección de sus pulmones atestados de cáncer se lo llevó después de la primera dosis de  pemetrexed, pero Efraín se comió varios días de internación en terapia intensiva, varias tomografías, una intubación, respiración artificial y muchos antibióticos que de nada servirían.
El ser humano cada vez vive más, sus últimos meses y no pocas veces, años, cada vez son peores y cada vez más caros. Los recursos que dilapidamos en empeorarles la vida a todos, es decir a los pacientes, a los familiares, a los médicos y a cuanto tipo se cruce, son enormes y se los sustraemos a misiones mucho más “costo efectivas”.
Con morfina, música, unas fotos familiares y una moneda para Caronte, yo hubiera ayudado a Efraín a cruzar el Aqueronte con dignidad y bienestar.
Y sin embargo, no entendemos, insistimos con prolongar la vida, en caernos aferrándonos del mantel, con mucho ruido y muchas cosas rotas.
La moneda que los oncólogos ponen debajo de la lengua de los moribundos, sale un poco más cara.
José Benlliure, La barca de Caronte, 1909, Museo de Bellas Artes de Valencia.