En la
pandemia de 1918 murieron 50 millones de individuos de los mil ochocientos
millones que pisaban la tierra; en 1957 había 600 casos semanales de gripe
asiática en Gran Bretaña; la pandemia, que terminó a fines de ese año, causó
alrededor de 1 millón de muertes en un mundo habitado por unos dos mil
ochocientos millones de almas; la subsecuente “gripe de Hong Kong” en 1968,
causada por el virus de influenza H3N2, se llevó puestas, entre 1 y 4 millones
de vidas en un mundo de una población de 3 mil quinientos millones. Esos virus
en general mataban gente más joven.
Sin
embargo no había cuarentenas, los colegios no cerraban, no se paraba el mundo
ni un montón de políticos histéricos asesorados por “pseudo científicos, pseudo
epidemiólogos” desquiciados y excitados por su verano de popularidad se erigían
en los cancerberos de la salud mundial.
“Hoy lo que
importa es la salud, no la economía” vocifera nuestro presidente y responde
irascible y admonitorio ante cualquier pregunta periodística que pueda llegar a
cuestionar mínimamente sus convicciones sopladas en la oreja por un consejo de sabios de última hora e ilustradores de gráficos erróneos, con convicción de “políticas de estado”. Siempre con falacias, que
cierran la boca de su circunstancial interlocutor al que por otra parte,
tampoco se le ocurre nada ni tiene derecho a réplica.
Los programas
radiales están infestados de opinólogos de facto, cualquiera es
científico, cualquiera héroe, cualquiera policía; la Argentina como siempre
llena de iluminación y preclaridad, llena de institutos de sabios, llena de
científicos que un dia “logran” secuenciar el virus, “logran” fotografiar el virus,
ensayan promisorios tratamientos con plasma; nos comparamos con Suecia, y
superamos a Estados Unidos.
Una vez más,
le recuperamos las Malvinas a los ingleses, les metemos un gol con la mano,
ponemos a Messi a hacer goles y clavamos un Papa en el Vaticano: como ya
nuestro pretencioso himno anticipaba: coronados de gloria vivamos o juremos con
gloria morir; como bien dijo don Duhalde, estamos condenados al éxito.
Como si
fotografiar un virus no fuera hoy, en 2020, casi tan fácil como tomarse una
selfie; comos si secuenciar un virus no fuera una simple receta de cocina, con
casi la misma complejidad que una radiografía de tórax; como si estudiar los
efectos del plasma de convalecientes no fuera un estudio cuyo diseño, cuyo
número de participantes y cuya complejidad no fueran una quimera más, aparte de
sus ya débiles resultados en otros estudios; como si conseguir plasma de
convalecientes, seleccionar a los candidatos, implementar la logística e
inyectarlo desde Ushuaia a La Quiaca, fuera coser y cantar.
En las radios
no se habla de otra cosa; se cuentan los infectados día a día, las muertes día
a día, los “pronósticos del pico” cada vez son más la zanahoria delante del
burro. Hay farsantes que se dicen científicos y no los son, académicos y no lo
son y médicos que hace años que no tocan un paciente y solo se dedican a vender
vacunas o dietas mientras “filósofos” de voz engolada se flagelan y meditan en
voz alta.
Mientras
tanto: se destruye la economía, se habla histéricamente de testear y testear y
testear y para arruinar más la cosas, se interna a los casos leves ocupando
camas preciosas que aparte podrían ser ocupadas por los enfermos de otra cosa,
que de golpe y porrazo desaparecieron de las guardias: no hay más infartos, ni
accidentes cerebro-vasculares, ni nada; se curaron de golpe ¡A los contactos
que atrapamos con un medio mundo… se los aísla en hoteles! La villas-miseria,
devenidas en “asentamientos vulnerables" son rodeadas por las autoridades, al
febril se lo aísla, se “buscan” sus contactos, como si fuera posible encontrar
todos los contactos y los contactos de los contactos. El Estado provee (promete
sin poder siquiera cumplir la décima parte) voluntarios para todo, para atender
0800, para ir a hacerte las compras, para acompañarte, para tomarte la
temperatura, para salir corriendo tras los contactos, para acompañarte si estás
triste, para cantarte al pie de la cama en los geriátricos o para llevarte
preso si andás por la calle respirando aire sin autorización. Los
pseudo-científicos se toman fotos en Olivos emulando a los presidentes del
G-20.
"Primero la
salud, luego vendrá la economía; no priorizaremos al FMI por encima de la vida
de los argentinos, lo que importa es la salud". Falacia tras falacia.
A la
población se la trata como a niños que se portan bien mientras sus padres
fueron al cine y se quedaron con la tía; se les regala un chocolate y se los
manda a la casa dándole palmaditas por su encomiable madurez, responsabilidad y
sentido social. Se puede sacar a pasear al perro pero no a los niños; podés
sacar a tu niño una vuelta de una hora o dos vueltas de media hora o cuatro de
quince minutos si tu documento termina en número par, no podés andar al aire
libre, donde es difícil que se contagie el coronavirus.
Cada cama de
hospital ocupada en tonterías (en casos leves) es una cama no ocupada en no
tonterías; cada barbijo que se usa y se descarta podría ser un plato de comida
o un cuaderno, cada punto de pobreza que se crea matará mucha más gente que la
que “salvarán” estos mesías, estos “biodictadores”, estos farsantes, estos
periodistas ignorantes que todos los días primero nos cuentan los muertos y
luego nos hablan de la temperatura y al rato llaman por teléfono a los Stalin
de turno y a los científicos de moda.
Los bares y
restaurantes no existen: sus dueños no pueden pagar el alquiler, sus cocineros,
sus meseros que viven del día a día, no tienen más día ni día. Los empleados en
negro que te lavaban el auto y que vivían literalmente de los pocos mangos que
se hacían en el día, deben estar muertos; no se vende combustible, los miles de
viajeros no pueden hacerlo, los aviones parados, las compañías quebrando
diariamente, sus empleados desesperadamente entrando en la pobreza, el “Estado”
imprimiendo guita a mil por hora, como si imprimir guita en Argentina no
tuviera consecuencias.
Descubrimos
de un día para el otro que los geriátricos no cumplen con las normas
internacionales y nos rasgamos las vestiduras por los viejos, devenidos en
“abuelitos” o “adultos mayores” que tienen la suerte de terminar un calvario de
sombras y olor a sopa mezclado con pis a los 97 años, en lugar de a los 98 por
“la dolosa negligencia de sus dueños” descubierta de un día para el otro..
La pobreza
creada día a día, mata y matará por muchos años más, mucha, mucha, mucha más gente
que el virus, si lo dejáramos solito, hacer su trabajo, asimilarse y
desaparecer como el del 19, el del 57, el del 68 o el del 2002,
Al pobre, al
indigente pauperizado que vive hacinado en los “asentamientos vulnerables” le
aconsejamos: “# Quedate en casa”; imbéciles periodistas aguzan su imaginación
invitándote a ordenar el placard, a pintar una vieja mesita de luz, a hacer pan
con los niños, a retomar “la vincularidad” o a encontrar el tapabocas
escondido, mientras testeamos para identificar contactos, como si pudiéramos,
como si fuera posible, como si tuviéramos recursos para hacerlo.
Mientras
destruimos segundo a segundo la economía, la moral, la autoestima, el trabajo, el futuro y la vida de muchos.
Escuchando en conferencias de prensa a los que inconscientemente soñaron con
ser dictadores… y hoy lo son.
Algo
muy grave va a suceder en este pueblo. Un cuento de Gabriel García Márquez
empieza cuando una vieja (hoy abuela o adulta mayor) dice “—No sé, pero he amanecido con el presentimiento
de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.” y el rumor luego se convierte
en pánico y el pánico lleva a la gente a incendiar el pueblo y “huyen como un
éxodo de guerra” …” y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio,
clamando:
—Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y
me dijeron que estaba loca.”
El mundo está
detenido, por una sola… sí, por una sola enfermedad y millones de estúpidos
pretenciosos.
Algo muy
grave va a sucederle a este mundo.
Referencias
Ilya Pestov:
Coronavirus: a Dangerous Illusion of Mortality
Mark
Honigsbaum: The art of medicine. Revisiting the 1957 and 1968 pandemics. The
Lancet, May 25, 2020
Effectiveness of convalescent plasma therapy in severe COVID-19 patients
6 APR 2020 Proceedings of the National Academy
of Sciences of the United States of America Duan et al.
"Algo muy grave va a suceder en este pueblo" Un cuento de Gabriel García Márquez