sábado, 30 de mayo de 2020

Algo muy grave va a sucederle a este pueblo

En la pandemia de 1918 murieron 50 millones de individuos de los mil ochocientos millones que pisaban la tierra; en 1957 había 600 casos semanales de gripe asiática en Gran Bretaña; la pandemia, que terminó a fines de ese año, causó alrededor de 1 millón de muertes en un mundo habitado por unos dos mil ochocientos millones de almas; la subsecuente “gripe de Hong Kong” en 1968, causada por el virus de influenza H3N2, se llevó puestas, entre 1 y 4 millones de vidas en un mundo de una población de 3 mil quinientos millones. Esos virus en general mataban gente más joven.

Sin embargo no había cuarentenas, los colegios no cerraban, no se paraba el mundo ni un montón de políticos histéricos asesorados por “pseudo científicos, pseudo epidemiólogos” desquiciados y excitados por su verano de popularidad se erigían en los cancerberos de la salud mundial. 

“Hoy lo que importa es la salud, no la economía” vocifera nuestro presidente y responde irascible y admonitorio ante cualquier pregunta periodística que pueda llegar a cuestionar mínimamente sus convicciones sopladas en la oreja por un consejo de sabios de última hora e ilustradores de gráficos erróneos, con convicción de “políticas de estado”. Siempre con falacias, que cierran la boca de su circunstancial interlocutor al que por otra parte, tampoco se le ocurre nada ni tiene derecho a réplica.

Los programas radiales están infestados de opinólogos de facto, cualquiera es científico, cualquiera héroe, cualquiera policía; la Argentina como siempre llena de iluminación y preclaridad, llena de institutos de sabios, llena de científicos que un dia “logran” secuenciar el virus, “logran” fotografiar el virus, ensayan promisorios tratamientos con plasma; nos comparamos con Suecia, y superamos a Estados Unidos.

Una vez más, le recuperamos las Malvinas a los ingleses, les metemos un gol con la mano, ponemos a Messi a hacer goles y clavamos un Papa en el Vaticano:  como ya nuestro pretencioso himno anticipaba: coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir; como bien dijo don Duhalde, estamos condenados al éxito.

Como si fotografiar un virus no fuera hoy, en 2020, casi tan fácil como tomarse una selfie; comos si secuenciar un virus no fuera una simple receta de cocina, con casi la misma complejidad que una radiografía de tórax; como si estudiar los efectos del plasma de convalecientes no fuera un estudio cuyo diseño, cuyo número de participantes y cuya complejidad no fueran una quimera más, aparte de sus ya débiles resultados en otros estudios; como si conseguir plasma de convalecientes, seleccionar a los candidatos, implementar la logística e inyectarlo desde Ushuaia a La Quiaca,  fuera coser y cantar.

En las radios no se habla de otra cosa; se cuentan los infectados día a día, las muertes día a día, los “pronósticos del pico” cada vez son más la zanahoria delante del burro. Hay farsantes que se dicen científicos y no los son, académicos y no lo son y médicos que hace años que no tocan un paciente y solo se dedican a vender vacunas o dietas mientras “filósofos” de voz engolada se flagelan y meditan en voz alta.

Mientras tanto: se destruye la economía, se habla histéricamente de testear y testear y testear y para arruinar más la cosas, se interna a los casos leves ocupando camas preciosas que aparte podrían ser ocupadas por los enfermos de otra cosa, que de golpe y porrazo desaparecieron de las guardias: no hay más infartos, ni accidentes cerebro-vasculares, ni nada; se curaron de golpe ¡A los contactos que atrapamos con un medio mundo… se los aísla en hoteles! La villas-miseria, devenidas en “asentamientos vulnerables" son rodeadas por las autoridades, al febril se lo aísla, se “buscan” sus contactos, como si fuera posible encontrar todos los contactos y los contactos de los contactos. El Estado provee (promete sin poder siquiera cumplir la décima parte) voluntarios para todo, para atender 0800, para ir a hacerte las compras, para acompañarte, para tomarte la temperatura, para salir corriendo tras los contactos, para acompañarte si estás triste, para cantarte al pie de la cama en los geriátricos o para llevarte preso si andás por la calle respirando aire sin autorización. Los pseudo-científicos se toman fotos en Olivos emulando a los presidentes del G-20.

"Primero la salud, luego vendrá la economía; no priorizaremos al FMI por encima de la vida de los argentinos, lo que importa es la salud". Falacia tras falacia. 

A la población se la trata como a niños que se portan bien mientras sus padres fueron al cine y se quedaron con la tía; se les regala un chocolate y se los manda a la casa dándole palmaditas por su encomiable madurez, responsabilidad y sentido social. Se puede sacar a pasear al perro pero no a los niños; podés sacar a tu niño una vuelta de una hora o dos vueltas de media hora o cuatro de quince minutos si tu documento termina en número par, no podés andar al aire libre, donde es difícil que se contagie el coronavirus. 

Cada cama de hospital ocupada en tonterías (en casos leves) es una cama no ocupada en no tonterías; cada barbijo que se usa y se descarta podría ser un plato de comida o un cuaderno, cada punto de pobreza que se crea matará mucha más gente que la que “salvarán” estos mesías, estos “biodictadores”, estos farsantes, estos periodistas ignorantes que todos los días primero nos cuentan los muertos y luego nos hablan de la temperatura y al rato llaman por teléfono a los Stalin de turno y a los científicos de moda.

Los bares y restaurantes no existen: sus dueños no pueden pagar el alquiler, sus cocineros, sus meseros que viven del día a día, no tienen más día ni día. Los empleados en negro que te lavaban el auto y que vivían literalmente de los pocos mangos que se hacían en el día, deben estar muertos; no se vende combustible, los miles de viajeros no pueden hacerlo, los aviones parados, las compañías quebrando diariamente, sus empleados desesperadamente entrando en la pobreza, el “Estado” imprimiendo guita a mil por hora, como si imprimir guita en Argentina no tuviera consecuencias. 

Descubrimos de un día para el otro que los geriátricos no cumplen con las normas internacionales y nos rasgamos las vestiduras por los viejos, devenidos en “abuelitos” o “adultos mayores” que tienen la suerte de terminar un calvario de sombras y olor a sopa mezclado con pis a los 97 años, en lugar de a los 98 por “la dolosa negligencia de sus dueños” descubierta de un día para el otro..

La pobreza creada día a día, mata y matará por muchos años más, mucha, mucha, mucha más gente que el virus, si lo dejáramos solito, hacer su trabajo, asimilarse y desaparecer como el del 19, el del 57, el del 68 o el del 2002,

Al pobre, al indigente pauperizado que vive hacinado en los “asentamientos vulnerables” le aconsejamos: “# Quedate en casa”; imbéciles periodistas aguzan su imaginación invitándote a ordenar el placard, a pintar una vieja mesita de luz, a hacer pan con los niños, a retomar “la vincularidad” o a encontrar el tapabocas escondido, mientras testeamos para identificar contactos, como si pudiéramos, como si fuera posible, como si tuviéramos recursos para hacerlo. 

Mientras destruimos segundo a segundo la economía, la moral, la autoestima, el trabajo, el futuro y la vida de muchos. Escuchando en conferencias de prensa a los que inconscientemente soñaron con ser dictadores… y hoy lo son. 

Algo muy grave va a suceder en este pueblo. Un cuento de Gabriel García Márquez empieza cuando una vieja (hoy abuela o adulta mayor) dice “—No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.” y el rumor luego se convierte en pánico y el pánico lleva a la gente a incendiar el pueblo y “huyen como un éxodo de guerra” …” y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:
—Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.”

El mundo está detenido, por una sola… sí, por una sola enfermedad y millones de estúpidos pretenciosos. 

Algo muy grave va a sucederle a este mundo. 

Referencias

Ilya Pestov: Coronavirus: a Dangerous Illusion of Mortality

Mark Honigsbaum: The art of medicine. Revisiting the 1957 and 1968 pandemics. The Lancet, May 25, 2020

Effectiveness of convalescent plasma therapy in severe COVID-19 patients

"Algo muy grave va a suceder en este pueblo" Un cuento de Gabriel García Márquez

El triunfo de la muerte. 1562 - 1563. Óleo sobre tabla, 117 x 162 cm. Sala 025 - Museo del Prado