domingo, 26 de marzo de 2023

Los monos insistirán con los barbijos

Comparto una revisión Cochrane* sobre el efecto de intervenciones físicas para evitar la transmisión del virus SARS-CoV-2; en realidad aplica para todos los virus respiratorios. 

Esto en cierta forma pone (bastante, a mi criterio) luz sobre la pobreza de las medidas que se adoptaron y sobre todo sobre el exceso de "sentido común" que se aplicó, o la simple imitación que se ejerció simplemente "porque algo había que hacer". El 10 de marzo de 2020, publiqué un texto en la página de la Asociación Metropolitana de Medicina Familiar, COVID-19 Corriendo detrás de un virus: 

Recordemos que al principio de la pandemia corría hasta la censura "por tocarse la cara". 

Recientemente escuché argumentos como que "en nuestra experiencia el uso de barbijo funcionó". 

Es más, tengo el temor de que el uso del barbijo esté tan intuitivamente, como falazmente arraigado en la mente humana que, en invierno, cuando llegue la ola de virus respiratorios (como siempre, llegará en invierno) volvamos con la insensatez, con la estupidez de la recomendación del barbijo. 

El uso masivo del barbijo no es gratis; entre cosas que intuyo u observo: empodera innecesariamente a la gente, cuesta plata y, probablemente, su descarte tenga, algún día, impacto ambiental.  

Creo que absolutamente todas las medidas que se adoptaron y la ingente cantidad de cosas infundadas que se dijeron día a día, durante la pandemia: desde el debate por los runners, los barbijos, quedarse en la casa, el uso masivo de alcohol y lavandina, el dejar los zapatos en el zaguán, hacerse testeos masivos, el aislamiento en hoteles, los controles policiales de los que circulaban, etcétera, impactaron seriamente sobre la conducta humana aparte de destruir la economía. Estoy seguro: la psicología humana no volverá a ser la misma. 

Cuando nuestro presidente, demagógicamente nos dijo "La economía puede esperar, ahora lo que importa es la salud" inauguró un festival de falacias y declaraciones irresponsables: que un presidente ignore que la evolución de la economía impacta directa e inmediatamente sobre la salud ya era temerario. Supina ignorancia, en el mejor caso, cinismo en el peor, en boca de quien esperamos, vele por la salud de la Nación.  

Tanto se habló de "fortalecer el sistema de salud" cuando en realidad todo se debilitaba; se compraban y acopiaban recursos que nuestros profesionales, cuyo promedio de formación no es el mejor, ni siquiera sabían usar: una unidad de terapia intensiva no solo requiere equipos sofisticados; requiere equipos de profesionales que los sepan usar; se gastó en equipos para la foto. Mientras los pobres no podían salir a ganarse el pan nuestro de cada día, ensoberbecidos políticos vociferaban pavada tras pavada y malgastaban dinero que imprimían a raudales; se creó un fanatismo de acciones porque sí, una furia por hacer cosas que dejaron a la razón olvidada en la alcantarilla. Grandes responsables, los políticos berretas con pocas excepciones, los periodistas, berretas e ignorantes casi sin excepciones y los pseudo científicos, devenidos en autoridades, ignorantes y desesperados por su minuto de fama crearon un escenario de ruido y furia que fue una verdadera representación de Macbeth. Sin más significado, sin más objetivo que ganar fama inventando y atemorizando.

Lamentablemente hoy nadie se anima a aclarar "nos equivocamos; tuvimos terror a no imitar y metimos la pata" ni qué hablar de nosotros, los argentinos,  que empezamos a abrir el paraguas en marzo.  

Destruimos la economía, generamos pobreza, la gente se deprimió, los viejos se destruyeron, los niños dejaron de aprender y se llenaron de mañas, de tics, de obsesiones y hasta de psicosis;  los indigentes se deben haber muerto, los pobres pasaron a ser indigentes y los clase media pasaron a pobres. A quien venía del "conurbano profundo", como queda bien decir, a ganarse el mango amasando pizzas o a trabajar de bachero o a hacer mandados: se le impidió trabajar, es decir, se le hizo más difícil, casi imposible, vivir. 

Creo que los denostados (por nuestros sabios expertos) suecos, fueron los más racionales, los más sensatos y los que menos impacto padecieron; pero claro, no podemos hacer como Woody Allen en el país de Bananas cuando decretó al idioma sueco como idioma oficial; no nos resultará.  

Les pido que lean el experimento de los monos y la fábula de la obediencia a las normas.  Es una alegoría de la imitación por la imitación misma, de la imitación "porque sí"; de muchas cosas que hicimos porque otros lo hacían y no tanto porque quedaba bien hacerla sino por temor a no hacer y "quedar pegados". 

Seguramente, cuando los fríos de mayo traigan los nuevos virus respiratorios, ya estaremos preparados, es decir, potenciaremos las estupideces que tanto nos costaron. Como la innovación no para, no alcanzo a imaginar con que nueva estupidez saldremos.  

¡Qué ganas de que alguien diga “Señoras y señores nunca más”! Pero la estupidez no tendrá freno.

Referencias

1.    Jeerson T, Dooley L, Ferroni E, Al-Ansary LA, van Driel ML, Bawazeer GA, Jones MA, Homann TC, Clark J, Beller EM, Glasziou PP,Conly JM. Physical interventions to interrupt or reduce the spread of respiratory viruses. Cochrane Database of Systematic Reviews 2023, Issue 1. Art. No.: CD006207. DOI: 10.1002/14651858.CD006207.pub6.

2.    https://www.aamedicinafamiliar.com/2020/03/10/covid-19-corriendo-detr%C3%A1s-de-un-virus/

*La Colaboración Cochrane es una organización sin ánimo de lucro que reúne a un grupo de investigadores de ciencias de la salud de más de 30 000 voluntarios en más de 90 países que aplican un riguroso y sistemático proceso de revisión de las intervenciones en salud

 

La fábula de la obediencia a las normas

https://psicologiaymente.com/social/experimento-monos-platanos-escalera