La pobre accesibilidad a los servicios, especialmente de la
gente que no tiene recursos, se ha convertido en uno de los varios talones de
Aquiles de los sistemas de salud.
Por esa Ley
de cuidados inversos descrita por Tudor Hart que dice que el acceso a la atención médica o social de
calidad varía en proporción inversa a su necesidad en la población asistida,
las guardias y los servicios de atención de consultas espontáneas, no
programadas de hospitales, clínicas y centros de atención privados están colapsadas
por varios tipos de poblaciones(1):
- Los que “ante cualquier duda consultan a su médico” es decir los que no toleran un moco, una gotita de sangre por la nariz o la panza un poco hinchada después de una comida pantagruélica.
- Viudas aburridas que hacen de la consulta médica su agenda principal y antes de tomar el té con sus amigas, pasan por la prepaga a amortizar su cuota mensual porque se les secó la piel o el vientre o la boca.
- Ancianos que rondan los 90, dementes, desnutridos y escarados, que en posición fetal y con la boca cadavéricamente abierta “yacen” en un camastro, no pocas veces atados de pies y manos para evitar caídas.
- Pacientes con cánceres, terminales desde hace varios meses, a quienes los oncólogos, aseguran que el último mab (anticuerpo monoclonal) les va a alargar la vida y les va a brindar calidad de vida.
- Los “otros”, los que realmente se beneficiarán de una atención rápida y eficaz. Estos “otros” son, por ejemplo, los niños con bronquiolitis o diarreas, los cuadros agudos que necesitan una operación, los traumas, las infecciones bacterianas, los infartos y accidentes vasculares cerebrales, etcétera.
Si el hospital tiene fama de bueno, como es el hospital en
que trabajo, rápidamente se ve desbordado.
La “no regionalización de la atención de la salud” hace que quien
tenga, una prepaga u obra social con abundancia de prestadores, puede ir al
centro que prefiera y no a uno que, por su dirección le corresponda, como
debería ser, si todos los centros tuvieran cierto grado de calificación.
En los hospitales públicos, ocurre lo mismo, cuando tienen
cierto prestigio, la gente, lógica y justificadamente, prefiere cruzarse todo
el mapa metropolitano para ser atendido en “el mejor”.
A su vez, por el principio de que “no hay niveles de atención”,
uno puede ir por un resfrío a un hospital de alta complejidad.
Sí, por un resfrío a una entidad que debería estar reservada
para casos graves y con solución o al menos que requieran activas
intervenciones para salvar o mejorar su vida o paliar su sufrimiento. Los casos
“agudos”, por eso se llaman “hospitales de agudos”.
Es decir, no para la viuda con gases y piel seca, no para el
anciano que hace tres años es “terminal”, no para el paciente que tiene un
cáncer que solo se beneficiará de los cuidados paliativos, ya que en nuestro
país, uno de los más “avanzados” del mundo en materia de legislación (que no se
cumple) como les gusta vociferar a los periodistas y pseudo científicos que
llenan los medios, la eutanasia está prohibida por ley, como también el aborto
está prohibido por ley, por ese mandato cristiano que impide meterse con “La creación Divina”.
Así, los jóvenes médicos, no pocos en plena formación,
deberán enfrentar día y noche a esas masas sufrientes y beligerantes.
Y digo jóvenes porque ningún médico grande y experto en
nuestro país accederá, por el dinero que pagan, a estar media hora en el frente
de batalla de esa guerra de trincheras en que se convirtió la atención de la
salud moderna.
En ese frente combatirán airadamente:
- El hipocondríaco y el neurótico que esperan que el médico les explique el origen de los latidos del corazón que se les aceleraron en el teatro.
- La anciana con el vientre seco, cuyos gritos se harán oír y sus ecos retumbarán por el hospital y el barrio. Sin ninguna originalidad dirá “Esto es peor que un hospital público” “Con lo que pago por mes es una vergüenza tener que esperar dos horas por un resfrío” “A la hora de cobrarnos no tienen problemas pero el día que uno tiene un problema, es tratado como una vaca”, etcétera.
- Los bien vestidos y peleados entre sí, hijos, nueras y nietos del noventoso que si por él hubiera sido se habría querido morir hace cinco años, pero que sus familiares tienen “la mala praxis” en la punta de la lengua y sus contactos de iPhone están llenos de ministros, abogados y periodistas que “si se llegan a enterar cierran este quiosco”.
- Los mismos beligerantes, para los pacientes con cánceres.
- Los “agudos”. Los que sin duda, necesitan el recurso y se beneficiarían ampliamente de él.
A pocos kilómetros, cuando no a pocas cuadras, como ocurre en
nuestro mosaico urbano y feudal del siglo XXI en que los barrios pudientes están rodeados de proveedores
informales, el acceso a servicios más elementales, no solo de salud, sino
sanitarios, techo y abrigo, es inaccesible o muy poco accesible(2).
El niño con bronquiolitis, la joven con el aborto provocado,
o el señor con el accidente cerebrovascular serán atendidos, tarde pero serán
atendidos. A ancianos no se llega cuando se es pobre porque los pobres viven
mucho menos.
Quienes
luchan por la vida sana, por el agua mineral sin sodio, el aceite sin
colesterol, la densitometría, el calcio, el reiqui, el hierro de las lentejas,
el poder de las semillas de chía, las dos vacunas para la neumonía, la
mamografía, la vacuna para la gripe, aclarando que sea la francesa y no la de Taiwán, el anti-flatulento y el hilo
dental, tienen una expectativa de vida mucho mayor a la media de la población.
El ser humano
cada vez vive más tiempo en el mundo; en la Argentina también(3).
El hombre
quiere ser eterno, no se anima a morir. Los que tienen recursos pelean por
vivir hasta más allá de los cien años si es posible.
No pocas
veces lo logran, ignorando que en la mayoría de los casos esa forzada
prolongación de la vida es a expensas de un dramático deterioro en la calidad
de vida y de una obscena utilización de recursos que de ser destinados a los
desesperados, serían muchísimo más efectivos(4,5).
En temas de
salud, la inequidad, es la madre de todas las tragedias, todos los indicadores
de salud empeoran cuando la brecha entre los pocos que más tienen y los muchos
que tienen poquísimo, es mayor(6–9).
En nuestro
país, es muy grande.
Pero
tranquilos, todos somos iguales ante la ley y ante Dios.
Conformémonos entonces con “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un
rico entre en el reino de Dios”.
Referencias
1. Hart JT. The inverse care
law. Lancet [Internet]. 1971 Mar 27 [cited 2015 May 30];1(7696):405–12.
Available from: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/4100731
2. INFOBAE. Tres millones de
personas viven en villas de emergencia. Infobae [Internet]. 2016; Available
from:
http://www.infobae.com/sociedad/2016/11/02/tres-millones-de-argentinos-viven-en-villas-de-emergencia/
3. Maller M. La esperanza de
vida de los argentinos aumentó 10 meses en cinco años. Clarín [Internet]. 2017
May 19; Available from:
https://www.clarin.com/sociedad/esperanza-vida-argentinos-aumento-10-meses-anos_0_BkmCfdigW.html
4. Mackenbach JP, Looman CW.
Life expectancy and national income in Europe, 1900-2008: an update of Preston’s
analysis. Int J Epidemiol [Internet]. 2013 Aug [cited 2017 Sep 17];42(4):1100–10.
Available from: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23920140
5. Chetty R, Stepner M,
Abraham S, Lin S, Scuderi B, Turner N, et al. The Association Between Income
and Life Expectancy in the United States, 2001-2014. JAMA [Internet]. 2016 Apr
26 [cited 2017 Sep 17];315(16):1750. Available from:
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/27063997
6. Macinko JA, Shi L,
Starfield B, Wulu JT. Income Inequality and Health: A Critical Review of the
Literature. Med Care Res Rev [Internet]. 2003 Dec 18 [cited 2017 Sep
17];60(4):407–52. Available from: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/14677219
7. Starfield B, Gérvas J,
Mangin D. Clinical Care and Health Disparities. Annu Rev Public Health
[Internet]. 2012 Apr 21 [cited 2017 Sep 17];33(1):89–106. Available from:
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22224892
8. Shi L, Starfield B, Kennedy
B, Kawachi I. Income inequality, primary care, and health indicators. J Fam
Pract [Internet]. 1999 Apr [cited 2017 Sep 17];48(4):275–84. Available from:
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/10229252
9. Starfield B. The hidden
inequity in health care. Int J Equity Health [Internet]. 2011 Apr 20 [cited
2017 Sep 17];10(1):15. Available from:
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/21507245
El grito - Edward Munch
Óleo, temple y pastel sobre cartón
Galería Nacional de Oslo
Charly, excelente articulo.
ResponderEliminarCuando yo era jefe y venia un subordinado a plantearme algún problema, yo siempre decía, gracias, ahora necesito que me des la solución. Espero el capitulo siguiente.
Cuando no pueda valerme por mi mismo, quisiera que me duermen como a un perro y me cremen. Azo
Muy buena descripción de la situación sanitaria agobiante para todos los actores
ResponderEliminarComo siempre EXCELENTE
ResponderEliminarDear Charly,
ResponderEliminarIt's absolutely true even the picture.
Love
Nany
Thank you so much Nany, I really appreciate your comment
EliminarCHARLY ,como paciente tuyo hace mas de 23 anios , comparto lo que escribis , abrazo grande y fuerte.
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