Afortunadamente, ahora, casi todas mis consultas las hago en
compañía de un residente o un alumno de medicina.
Y no dudo al decir afortunadamente. Una mirada joven abre
mis propios ojos y mi mirada, más vieja y experimentada, abre ojos y mentes
jóvenes. Casi todas las veces, mi alumno es también mi maestro. No tengo dudas
y por eso celebro su presencia. También lo celebran nuestros pacientes a
quienes luego de pedirles autorización y decirles quién presenciará la
consulta, sentirán su vida mucho más interesante a los ojos del médico.
Recientemente, como ejercicio maravilloso, le pedí a un
colega de mi generación, si me podía sentar en sus consultas para tomar notas
y discutir “escenas”. Y pongo “escenas”
entre comillas, porque el colega al que elegí me dice que nosotros somos
actores de la consulta.
A los jóvenes, les advierto en la primera instancia de su
rotación (están conmigo uno o dos meses) que se olviden de querer aprender
conmigo cómo se trata la hipertensión arterial o la diabetes o el colesterol o
la depresión.
Cuando soy yo el que se sienta a observar sus consultas, les
recomiendo que no se atolondren mirando el monitor y calentando el teclado en
una furiosa captura de datos. Les digo que se tomen tiempo, que escuchen a quien
viene para ser su paciente.
Quiero que aprendan consulta médica. Comunicación.
La consulta médica es una constelación de complejidades.
Veinte a treinta minutos en los que juegan varios factores y también, se juega
mucho.
Juegan estados de ánimo (los días nublados y de lluvia estoy
ostensiblemente más pesimista que los días frescos y soleados), gestos
corporales, el día de la semana, el cómo se generó la consulta, lo que dijo
algún opinador en la radio sobre la
última vacuna o el calcio.
La semana pasada ya escuché a dos ancianas pedirme “las dos”
vacunas, enfatizando el “las dos”, queriendo decir “la de la gripe y la de la
neumonía” dándome cuenta, de que en algún living de televisión alguno de esos
médicos tostados y de traje claro, había salido con los tapones de punta a
vender las vacunas contra la neumonía.
Pero, aparte de la última vacuna o la cantidad de sodio del
agua o de las calorías de una tostada, traídas por la televisión o la radio, en
la consulta hay mucho más; hay cosas que no se dicen pero se quieren decir, hay
cosas que no se quieren decir pero se dicen.
A la consulta, viene el paciente con una agenda, una lista,
no pocas veces escrita en un papelito, de “cosas que no quiero olvidarme” (1).
El experto, sabe leer esa agenda, sabe jerarquizarla y
responderla.
El lego, no sabe nada de esa agenda, hace una atropellada
consulta convirtiendo al paciente en enfermedades, en datos de laboratorio, en
estudios y en tratamientos; despachándolo en el menor tiempo posible,
sacándoselo literalmente de encima con una pila de recetarios con letra
ininteligible en los que habrá un tratamiento, un estudio, un consejo, un pedido
de turno a otro especialista y algunas cosas más. Abusando de su poder,
sometiéndolo, casi humillándolo.
A veces con la puerta abierta y de pie, a veces con otros
médicos sin siquiera haberle dicho al paciente quiénes eran ni, mucho menos,
pedirle permiso para que estén ahí.
Haber entrado a la consulta y verse ya fuera de ella en el
pasillo, lleno de papeles y con más dudas, será no pocas veces un simple acto.
La consulta en manos de un tonto o un desaprensivo es un cuento contado por un idiota, lleno de
ruido y furia, que no significa nada.
Out, out, brief candle!
Life’s but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.
¡Extínguete, fugaz antorcha!
La vida es tan solo una sombra, un pobre actor
Que se pavonea y gasta su tiempo en el escenario
Y luego, nada más se oye. Es un cuento
Contado por un idiota, llena de ruido y furia
Que no significa nada
La vida es un cuento,
relatado por un idiota, llena de sonido y furia y sin ningún significado.
Uno de los primeros pensamientos existencialistas de la literatura que
pronuncia Macbeth, cuando Seyton, su armero le dice que la reina ha muerto(2).
A mis alumnos/maestros, no dejo de recordarles algo que
experimento y compruebo empíricamente desde hace un tiempo y que vi maravillosamente
puesto en palabras en Lenguas sueltas,
una nota escrita por Hanif Kureishi para
La Nación(3):
"Cuando las
personas nos hablan sobre otros suelen aburrirnos. Cuando nos hablan de ellas
mismas casi siempre son interesantes".
Una de las mejores y más sofisticadas herramientas que
maneja la Medicina Familiar, es la consulta médica. Una herramienta que puede
ayudar mucho o hacer mucho daño.
A la gente, hay que preguntarle sobre sí misma y, más aún,
cuando la gente viene con una lista, en la mente o en un papelito tímido de los
problemas que tienen y quisieran que el médico, les traduzca, les descifre, su
relato casi siempre será interesante.
Es tan grande la asimetría de poder implícita en la consulta
médica que, cuando los veo desplegar el papelito, casi con culpa, casi con
bochorno, o cuando me dicen me va a retar
o sé que se va a enojar trato
rápidamente de llevar la consulta a zonas más placenteras y cómodas, recordando
que "Cuando las personas nos hablan
sobre otros suelen aburrirnos. Cuando nos hablan de ellas mismas casi siempre
son interesantes".
Y la consulta es eso. Una obra de teatro en un acto,
demasiado compleja. Que en manos de un experto, de alguien que tiene la
vocación, el conocimiento y la actitud de leer más allá de las palabras,
siempre será interesante.
Por el contrario en manos de un idiota, será un cuento lleno
de ruido y furia que no significa nada.
Referencias
1. Rubinstein E. Clínica imaginaria. El
intersticio en la consulta del médico de familia. 2012. 49 p.
2. Shakespeare W. Macbeth [Internet].
1606. Available from: https://es.wikipedia.org/wiki/Macbeth
3. Kureishi H. Lenguas sueltas. La Nación
[Internet]. Buenos Aires; 2008 Aug; Available from:
http://www.lanacion.com.ar/1043592-lenguas-sueltas
Norman Rockwell
1894 - 1978
1894 - 1978
DOCTOR AND DOLL
signed Norman Rockwell (lower right)
oil on canvas
33 by 24 inches
(83.8 by 61 cm)
Painted in 1942.
oil on canvas
33 by 24 inches
(83.8 by 61 cm)
Painted in 1942.
Excelente !!!!
ResponderEliminarImpresionante, tanto que lamento no tener el tiempo para ser yo quien pueda presenciar tus consultas!! Mi cariño y respeto, abrazo. Nacho
ResponderEliminarInteligente, bella y clara mirada sobre la consulta médica.
ResponderEliminarDoy fe de que así son las consultas de Charly... siempre espacios que nos abre a nosotros los pacientes, donde somos escuchados activamente y respetados por él en cada detalle. Muchas Gracias!!! Paula Bianchi
CHARLY, hace casi 23 anios que soy tu paciente, que mas prueba del tiempo que nos conocemos y de la confianza que te tengo desde la primera entrevista, gracias por ser como sos y darme siempre la palabra justa, con afecto abrazo,ROBERTO.
ResponderEliminarMuy bueno. Gracias!!!
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