lunes, 30 de junio de 2025

Los monos, los monos

 

Los monos, los monos

Por Carlos García

Costumbres médicas sin sustento

Las formas de prescripción, presentaciones y administración de muchísimas —la mayoría— de las drogas no tienen soporte científico y, en muchos casos, está plenamente demostrado que no tienen utilidad. Sin embargo, las razones comerciales son poderosas y condicionan fuertemente su utilización. Más aún, muchos médicos prescriben medicamentos porque lo aprendieron de otros, sin jamás haberse preguntado si la prescripción es racional.

Un ejemplo muy lindo —de un experimento que en realidad nunca se realizó— ilustra cómo operan las costumbres, despegándose de la racionalidad.

Los primeros monos y las bananas como tentación

Esta fábula cuenta que unos científicos encerraron a cinco monos dentro de una jaula. En el centro colocaron una escalera y, encima, unas bananas. Siempre había un mono más espabilado que subía primero para agarrarlas. Cuando eso sucedía, los científicos lanzaban un chorro de agua helada sobre los que se quedaban abajo. Tiempo después, los monos asumieron que entre la escalera y el agua había una correlación. Así, cuando un mono intentaba subir, el resto lo golpeaba.

Nuevos monos entran al experimento

A medida que se reemplazaban los monos por otros nuevos, se repetía el patrón: el nuevo intentaba subir, y los demás lo golpeaban. Incluso aquellos que nunca habían recibido agua fría participaban en las palizas. Al final, cinco monos nuevos seguían golpeando a cualquiera que se acercara a las bananas… sin saber por qué.

¿Y la medicina? Igual

Muchísimos actos humanos —incluidos los médicos— se hacen simplemente “porque así se hacen”, sin desafío cognitivo alguno. Veamos un ejemplo común.

La inyección “fuerte” para el dolor de espalda

¿Cuántas veces oíste que a alguien con dolor de espalda “le dieron una inyección fuerte”? Generalmente, contiene:

  • Diclofenaco (un antiinflamatorio),
  • Betametasona (un corticoide),
  • Vitamina B12.

Si un mono la hubiese prescripto, no lo habría hecho de modo muy distinto.

❌ Vía intramuscular

Solo tiene justificación si el paciente no puede tragar. Su efecto no es más potente ni significativamente más rápido. Tachame la vía intramuscular.

❌ Corticoides para lumbociatalgia

Ofrecen un beneficio modesto y de corta duración, sin relevancia clínica en la mayoría de los casos. Tachame los corticoides.

❌ Vitamina B12

No hay evidencia de beneficio en lumbociatalgias. Tachame la vitamina B12.

Y sin embargo, los monos las siguen prescribiendo...

La fantástica historia de la vitamina C

Linus Pauling, el doble Nobel

Linus Pauling obtuvo el Premio Nobel de Química en 1954 por la descripción de los enlaces químicos, y el Premio Nobel de la Paz ocho años después por su campaña contra las pruebas nucleares terrestres. Dos Premios Nobel (solo cinco personajes más, entre ellos Marie Curie, obtuvieron dos).

Pero, como suele ocurrirles a muchos seres humanos —con los argentos a la cabeza—, Linus se subió al caballo y se sintió en derecho de opinar de todo; se la creyó. En otras palabras, se convirtió en un chanta.

La pandemia abrió un excepcional muestrario de opinólogos chantas, que habían sido buenos en algo y se creyeron capaces de opinar de todo. Nuestro mismísimo Favaloro fue alguien que trabajó en el desarrollo de un procedimiento muy útil, que distó mucho de ser el principio de Arquímedes o la teoría de la relatividad, y luego se calzó el sayo de científico, de genio, y terminó horrible.

La gran falacia de Pauling

Fue su afirmación infundada de que megadosis de vitamina C (muy por encima de las recomendaciones normales) podían prevenir y curar resfríos, gripes e incluso cáncer.

Qué sostuvo:

  • Promovió el consumo de dosis masivas (hasta 18 g por día).
  • Escribió Vitamin C and the Common Cold (1970).
  • Dijo que también trataba el cáncer y prolongaba la vida.

El problema:

  • La vitamina C no previene el resfriado común.
  • Puede acortar levemente su duración, pero no lo cura.
  • No hay evidencia sólida de eficacia contra el cáncer.

El origen del error:

  • Estudios de baja calidad, sin grupo control o con muestras pequeñas.
  • Su prestigio le dio credibilidad pública, pese a no ser médico ni experto en biología clínica.

Confundió hipótesis con evidencia. Así nació un mito médico persistente: la medicina ortomolecular.

Los betabloqueantes y el reemplazo hormonal

Si en mi época, en un examen de farmacología o clínica, decías que un paciente con insuficiencia cardíaca podía recibir betabloqueantes, te aplazaban: estaban contraindicados. Hoy, no prescribirlos es mala praxis, porque mejoran sustancialmente la función del corazón.

Durante más de una década, se sustituyeron las hormonas a toda mujer menopáusica. Hoy, sabemos que los riesgos superan los beneficios.

Concluyendo

Muchísimos actos médicos no tienen fundamento, y sus resultados adversos superan los beneficios. Pero se siguen haciendo. En muchos casos, por presión del mercado. Los miles de toneladas de vitamina C vendidas inútilmente han engrosado las arcas de la industria. Algo similar ocurre ahora con la vitamina D.

Basta que un mono la ligue, para que el resto haga lo mismo.

Aclaración acorde a los tiempos

Cualquier semejanza de mi relato con el de Milei es solamente cuestión “musical”.

Milei me parece otro mono, mucho más agresivo y salvaje, que por tener alguna base racional y aciertos —como que la inflación genera pobreza, que el gasto público no puede ser mayor a la recaudación, y que el Estado no debe estar lleno de parásitos— está al borde de tirar agua helada a diestra y siniestra, y empeorar aún más las cosas, como lo vienen haciendo sistemáticamente quienes nos gobiernan.

domingo, 16 de marzo de 2025

Arturo en la Patagonia, Fede Bennett en San Isidro y Julian Tudor Hart pateando el cajón

Arturo Lepío Chiguay tiene 65 años, es peón de estancia en la Patagonia Sur, cerca de los grandes lagos de Santa Cruz. Nunca se hizo, ni se hará, una colonoscopía.

Federico Bennett vive en San Isidro, realizó estudios primarios y secundarios en un colegio inglés en Belgrano, luego, estudió relaciones internacionales en una universidad privada, también en Belgrano, y una maestría en administración de negocios en la Universidad Cornell, en Ithaca, universidad de la Ivy League en las que se agrupan las 8 universidades privadas más prestigiosas de los Estados Unidos. Junto con otros tres compañeros de la universidad tienen una consultora que se dedica a evaluaciones políticas. 


Soy el médico de Marcelo y todos los años, en marzo, “para empezar bien el año”, viene con una lista de “análisis bien completos, para estar tranquilo”. Marcelo tiene 60 años, lleva tres colonoscopías*, la primera a los 45, la segunda a los 50 (realizada porque en la de los 45 tenía un pólipo benigno), la tercera a los 55 (porque se la hace cada 5 años) y en este marzo tan caluroso viene con su lista que incluye “análisis bien completos, incluyendo el test de la próstata, porque mi padre tuvo un problema en la próstata, todos los colesteroles, una ergometría, porque corro y este año voy a cruzar la cordillera; después mandame al urólogo para que me haga el tacto rectal, quiero vacunarme contra el herpes, el dengue y la neumonía e ir al dermatólogo para que me mire los lunares”.


Una verdadera porquería, una “medicina preventiva”, así, entre comillas, que es mucho mayor el daño que provoca que las escasísimas vidas que salva. Una porquería promovida por quienes tienen maquinitas, “juguetitos", para hacer diferentes “diagnósticos precoces que salvan vidas”.


Hace 15 años, las sociedades de gastroenterólogos empezaron a promocionar las endoscopías como método de diagnóstico precoz de cáncer de colon: las promovieron en la televisión, fueron entrevistados en las radios, el doctor chanta de la mañana, una especie de bufón caro de los programas de alto rating, habla de la prevención y “vende” endoscopias, tactos rectales, autoexamen de mamas, de testículos, exámenes de piel, vacunas de lo que sea, para todos y todo el tiempo, ecografías de las arterias del cuello, tomar magnesio, vitamina D, tomar sol para prevenir la osteoporosis y quedarse a la sombra para evitar el cáncer de piel y comprarse un robot que te hace tacto rectal y te examina mamas y testículos todos los domingos. 


Una verdadera porquería. 


Porque, aclaro: estas cosas que digo, estas maniobras y tests, no es que no sirven para nada. Tienen una muy específica y limitada pertinencia, pero mal utilizadas, utilizadas masivamente como le llenaron la cabeza de MBA a Fede Bennett, es muchísimo más el daño que provocan que el beneficio que producen. Solo que el daño y el beneficio, no se evalúan individualmente sino poblacionalmente. Son, por lejos, mucho más las próstatas que sacamos innecesariamente, creando impotencia e incontinencia en porcentajes no despreciables, que las (poquísimas) vidas que realmente salvamos, porque les detectamos un cáncer a tiempo y con un costo altísimo, para el individuo y para la población. No digo que no haya que hacer PSA a nadie, solo digo que la pertinencia del estudio es específica. Sobre el tacto rectal, me ahorro el comentario, para no caer en comentarios prosaicos. 


Un reciente artículo de la publicación científica AJPM Focus, una revista de acceso abierto de la Asociación para la Enseñanza e Investigación en Prevención y el Colegio Americano de Medicina Preventiva, publica un artículo titulado Una estimación de los daños prevenibles asociados con el sobreuso de la colonoscopía de rastreo, y concluye que el alto número de colonoscopías de bajo valor (innecesarias) realizadas cada año sugiere que cientos de miles de individuos están padeciendo daños que son potencialmente evitables y miles de pacientes son seriamente dañados. 


Concluyendo: Por esa Ley de cuidados inversos descrita por Julian Tudor Hart que dice que el acceso a la atención médica o social de calidad varía en proporción inversa a su necesidad en la población asistida, Arturo Lepío Chiguay  nunca tendrá una colonoscopia y si tiene la desgracia de tener un cáncer de colon, se morirá perforado y séptico en una salita de primeros auxilios de la cordillera; Fede Bennett, seguirá yendo anualmente “al supermercado” con su lista y volverá con el changuito repleto de estudios innecesarios y potencialmente muy perjudiciales. 


*Las endoscopias son procedimientos ópticos destinados a acceder a la visión y potencial tratamiento de diferentes órganos: la videocolonoscopia (VCC) es la endoscopía del colon, la videoendoscopia digestiva alta (VEDA) es la endoscopia del esófago, estómago y duodeno; la broncoscopia es la endoscopia de los bronquios, cistoscopia es la endoscopia de la vejiga, la colangiopancreatografía endoscópica retrógrada es la endoscopia de las vías biliares y el conducto pancreático. Tanto endoscopia (sin tilde) como endoscopía (con tilde) son formas correctas. 


Referencias


Shannon Brownlee, Alison N. Huffstetler, Joseph Fraiman, Kenneth W. Lin,

An Estimate of Preventable Harms Associated With Screening Colonoscopy Overuse in the U.S., AJPM Focus, Volume 4, Issue 1, 2025.


García C, Guerra de trincheras. REVISTA ARGENTINA DE MEDICINA, Vol. 5 x N° 4, Diciembre 2017



    Vincent Van Gogh, La lotería. Museo Nacional Van Gogh, La Haya





jueves, 30 de enero de 2025

La filosofía de Moisés

Pero no la de Moisés el profeta que hace 3.500 años los sacó de Egipto. La de Moisés Goldfarb, de Villa Crespo, textil que dejó a su mujer para irse con su concuñada, es decir con la mujer de su cuñado o cuñada de su mujer.


Un día Marcelo, su hijo menor, discutía con Moisés porque éste le dijo que si no sacaba un escritorio que había dejado Marcelo en su oficina, lo iba a tirar.


¡Qué lo vas a tirar papá! dijo Marcelo.


Y la respuesta de Moisés fue: ¿Que no lo voy a tirar? ¡Dejé a tu madre para irme con tu tía mirá que no voy a tirar un escritorio!


Me gusta la filosofía de Moisés el Textil. Nadie se tiene ganado el cielo y toda relación puede interrumpirse, llegar a su fin, cuando la cosa no va ni para atrás ni para adelante y mucho más aún, cuando empieza a ir para atrás.


Cuando mis pacientes me dicen -¡Yo nunca lo voy a cambiar doctor; jamás!, les respondo que si todas las relaciones pueden cambiar, si los matrimonios que un día se juraron acompañarse en la salud y en la enfermedad; en la riqueza y en la pobreza; en la vida y en la muerte, no pocas veces terminan a las patadas, con mediadores y jueces para dividir sus bienes; si los hermanos, que dijeron que jamás se iban a pelear por dinero, también terminan denunciándose y en tribunales cuando se mueren los padres ¿Por qué no habría de terminar una relación médico-paciente?


Y, como voy teniendo cada vez menos paciencia, porque ya vi la película tantas veces, que me sé el final de memoria, es que me voy poniendo asertivo, mal llevado, diría. Y, cuando empiezan a aparecer los signos de alarma, las banderas rojas de la relación médico-paciente, la termino.


¡Eh! Te borrás. Sí, me borro; guardo munición para otra guerra.


Hay mucho ser humano que si bien no cree en la eternidad, actúa como si fuera eterno. Cada vez tienen más síntomas y debilidades, sus marchas se vuelven inestables, se levantan de noche, se caen en el baño, se olvidan la hornalla encendida y llenan de humo la casa, cuando no la incendian, se caen en la calle…


Aparecen los de Bilbao* y uno empieza a estar en el banco de los acusados. Vienen con formularios que uno tiene que completar y firmar y sellar y escanear; con estudios inútiles, solicitados por un Estado no menos inútil,  que uno debe solicitar para cumplir con “las reglas”, para que dejen de pagar medicamentos. Todo se vuelve trámite y malos modos.


Cuando hablo de institucionalizar, es decir de geriatrizar, es poco menos que mostrarle ajo a un vampiro: el anciano llora y se siente traicionado y desilusionado por su médico a quien siempre tuvo como amor sempiterno, los familiares te dicen que eso es lo último que harán y que “Usted lo dice porque no le pasó a usted”. Todo se transforma, todo se enrarece;  algo empieza a oler  a podrido en Dinamarca.


- Le vamos a poner una señora que la cuide.

- No alcanza con una señora porque nadie aguanta veinticuatro horas a un viejo, ni un viejo aguanta a una señora que no conoce;  además de que la señora tiene que tener descanso y fines de semana libres.

- Pondremos dos; pondremos una “SADOFE” (sábados, domingos y feriados).

-Tendrán que poner tres, o cuatro. Carísimo, gente mal preparada y, cuando hay más de uno, faltan platos, manteles, anillos, dólares que estaban en un cajón, un traje, cinturones. Los pedidos del supermercado parecen las vituallas necesarias para desembarcar en Normandía, aunque terminan en una heladera en Aldo Bonzi; el anciano se pone beligerante e insulta, odia (con razón) a todos sus cuidadores, que (con razón) odian al anciano y, también con razón… todos nos empezamos a odiar.


WhatsApp:

-Doctor, le pedimos que ordene un traslado a la guardia porque no come, ni toma agua.


Así son las cosas.


Nada está preparado para la eternidad. Yo tampoco estoy capacitado, ni tengo vocación para tratar de eternizar a la gente, para bancarme a los de Bilbao malhumorados y culpógenos, para pedir estudios tan caros como inútiles, para llenar formularios y para prescribir las vitaminas que aconseja el doctor decrépito de la radio de todos, incluyendo zinc, magnesio y selenio.


No. 


Prefiero terminar el contrato.


Si Moisés, el textil,  dejó a la madre de Marcelo por la cuñada…


                                    Moisés de Miguel Ángel - San Pietro in Vincoli, Roma


* Los hijos de Bilbao: https://mimedicodecabecera.blogspot.com/2017/04/los-hijos-de-bilbao.html


miércoles, 22 de enero de 2025

Hasta aquí llegamos

 Cada vez, se me aparecen más claros mis límites: lo que puedo hacer y lo que no puedo. Ayer empecé el día con la pata izquierda. Ayer, le dije a dos familiares de ancianos con pérdida de autonomía, que se busquen otro médico. Y más vigente que nunca, traje esto que escribí hace casi 7 años, sobre la pandemia de la pérdida de autonomía y los protagonistas de última hora, "los hijos de Bilbao":

Mi revelación epifánica de la madrugada:
El punto de corte de mi relación médico paciente será el primer día que, por una condición irreversible, sea envejecimiento, decrepitud, enfermedad limitante o secuela de algún cuadro, no puedan venir más solos a la consulta y aparezcan “los hijos de Bilbao”.
Esta será mi cláusula contractual ineluctable que explicitaré a todos mis ancianos, porque no soy competente para lidiar con problemas sociosanitarios irreversibles que pretenden ser medicalizados y, no teniendo solución, uno pasa a ser el culpable de todo.


Mujer vieja con un rosario - Paul Cezanne - National Gallery - Londres