Cada vez, se me aparecen más claros mis límites: lo que puedo hacer y lo que no puedo. Ayer empecé el día con la pata izquierda. Ayer, le dije a dos familiares de ancianos con pérdida de autonomía, que se busquen otro médico. Y más vigente que nunca, traje esto que escribí hace casi 7 años, sobre la pandemia de la pérdida de autonomía y los protagonistas de última hora, "los hijos de Bilbao":
El punto de corte de mi relación médico paciente será el primer día que, por una condición irreversible, sea envejecimiento, decrepitud, enfermedad limitante o secuela de algún cuadro, no puedan venir más solos a la consulta y aparezcan “los hijos de Bilbao”.
Esta será mi cláusula contractual ineluctable que explicitaré a todos mis ancianos, porque no soy competente para lidiar con problemas sociosanitarios irreversibles que pretenden ser medicalizados y, no teniendo solución, uno pasa a ser el culpable de todo.
Mujer vieja con un rosario - Paul Cezanne - National Gallery - Londres
Qué temita !!! Entiendo lo que decís, y estoy de acuerdo (para lo que importe... ja). En el momento en que uno se convierte en una carga para los que quedan, debería hacer el bolso y partir. El único problema que se me ocurre, es que si nos abandona la mente antes que el cuerpo, no seamos capaces de decidirlo. Habría que dejarlo por escrito antes entonces. Un abrazo
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