Amparo, mujer visiblemente de clase alta, llegó al mostrador
de recepción del centro no menos visiblemente beligerante, con pocas pulgas,
como se dice. Su frente contraída, sus anteojos oscuros y sonrisa cero,
revelaban claramente promesa de “acá se arma”.
Amparo pidió ver un médico ya mismo. Un médico de demanda espontánea, como se les
llama a los médicos que hacen especies de guardias ambulatorias acá, en la
Argentina, en la que, cuando un nene de
clase media para arriba tiene fiebre, va una ambulancia con un médico, con un
chofer y con un enfermero a meterle el termómetro en el culito y recomendarle
paracetamol y vaporcito.
El débil fusible, es decir, el recepcionista, viéndoselas
venir, eligió la mejor forma de decirle “Señora, hoy no hay médico de demanda
espontánea” a lo que Amparo respondió como quien tiene treinta y tres de mano: “A
mí me tiene que ver un médico porque me caí y estoy muy asustada”.
Los años de ejercicio
me han dado bastante experiencia en la doma de Amparitos; también el
ver, leer y escuchar por las radios a todos nuestros politiquejos que lo único
que hacen es ejercicio de dialéctica barata en lugar de dedicarse a construir
políticas de Estado y pontifican “Pegar
primero para ceder después”. Especie de especulación vernácula, seguramente
enseñada por el Padre de todas las batallas.
Decidí, adoptar la estrategia politiqueril rioplatense
metiéndome en la conversación entre la desamparada Amparo y el desamparado
recepcionista, chicaneando a Amparo:
-Señora, acá a nueve cuadras está el centro de la calle
Paraguay, allí podrá ver a un médico de demanda espontánea (Demanda
Espantosa como solemos decir quienes atendemos los caprichos de beligerantes pacientes que no pueden pasar un día sin la crema humectante de
marca tan conocida devenida en artículo de primera necesidad).
Aclaro que yo estaba con el uniforme de General, es decir,
guardapolvo impecablemente blanco, estetoscopio al cuello, tarjeta
identificatoria y sello en el bolsillo. A un administrativo se lo maltrata de
entrada, a un médico mucho más tarde.
Amparo, dispuesta a aceptar el convite de declaración formal
de guerra entre los derechos de la población, las lesiones graves, la mala
praxis, el abandono de paciente dijo:
-Yo estoy muy asustada, me acabo de caer, me golpeé la
cabeza, no sé si perdí el conocimiento y necesito que me vean acá y ahora.
Como esos cowboys de los rodeos yanquis que montan un
novillo que corcovea furiosamente, me calcé los guantes amarillos, me puse el
sombrero, me ajusté el pañuelo al cuello, me puse las botas tejanas, respiré
hondo (no me persigné porque no soy creyente pero mal no me habría venido) y
decidí hacerme cargo de la situación. Y no digo “montar a Amparo” porque va a ser
pésimamente descontextualizada mi frase y me tildarán de bestia, sexista y, por
supuesto, nazi.
-Yo voy a ver a la señora, sentencié para tremendo alivio
del recepcionista y no tanto de Amparo quien temía enfrentarse con un medicucho
vengativo que odia a los pacientes y por lo tanto, ya me odiaba y se preparaba
a pelear conmigo.
Primero, claro está, los primeros auxilios. Aunque ya me había dado cuenta de que Amparo no tenía lesión alguna, ni en la cabeza, ni en las rodillas, ni en ninguna parte excepto el alma, vino el “desnúdese Amparo”.
Pero no el desnúdese convencional y semiológico del sáquese
la ropa sino el desnúdese metafísico del “Contame tu vida Amparo, contame qué
carajo te está pasando y no me vengas con que tenés miedo a morirte por el
porrazo de morondanga de hace un rato”.
Resulta que Amparo (75) vivió 20 años en Madrid con su amado
marido médico que decidió morirse hace un año. Resulta que Amparo dejó sus
veinte años y sus amigos en Madrid para venir a radicarse acá, en el barrio del
Hospital de Clínicas, viviendo sola y sin amigos. Resulta que Amparo tiene tres
hijos que viven por el conurbano y no le dan bola, porque no tienen tiempo y
dos o tres veces por semana le dejan los nietos de pocos años y muchos bríos. Resulta que
Amparo acá no tiene amigas, ni nada ni nadie.
-Amparo, el golpe no es nada, no tengas miedo. Sana, sana
culito de rana si no sana hoy sanará mañana.
Pero tu tragedia Amparo se llama duelo, soledad y desarraigo. Y tengo malas noticias, no "salen" en las tomografías.
Esos son los problemas que “vemos” los médicos de familia, que aparte de dedicarnos
a riñones, corazones y presiones “vemos” (percibimos lo que miramos) gente.
Estos son los problemas que la insensatez y el mercado medicalizaron y llenaron
de tomografías, resonancias, estudios de equilibrio, biopsias, ecografías,
juicios de mala praxis, abandonos de pacientes y la recontrayasaben...
Porque si a Amparo le sacuden análisis, tomografías, fondos
de ojo y varios especialistas, luego de comerse una amansadora de ocho,
diez, por qué no, doce horas en una central de emergencias, saldrá con la
convicción de que “me vieron bien, me hicieron de todo, ésos son médicos”. Pero
su duelo, su soledad, su desarraigo y su des-Amparo
seguirán. Porque estos son problemas que los médicos tenemos que ver, tenemos
que desnudar y no podemos solucionar pero sí, ayudar a que los desamparados los
identifiquen y al menos medio camino habremos recorrido.
En el mundo hay cientos de millones de desamparados a los
que los medios y el mercado les hicieron creer que las tomografías lo ven todo
y nos alargan la vida. Gente que no sabe que su divorcio, su desempleo, su
trabajo desagradable o un jefe hijo de puta que les cobra a sus empleados los
problemas de su vida son la causa de su dolor de cabeza, de su cansancio, de su
caída de cabello, de su estreñimiento y del no poder levantarse a la mañana cuando,
encima, “a una amiga que estaba cansada
le descubrieron problemas de tiroides y quizás yo tenga lo mismo”.
Entonces, el “mercado” terminó confrotando a los
beligerantes Amparos con los hiperdefensivos médicos, que saben que con una
buena TAC (tomografía axial computarizada) se sacan a Amparo de encima y conjuran el juicio de mala
praxis.
Terminamos la consulta abrazados con Amparo, ella moqueando, enjugando lágrimas con su pañuelito y agradeciéndome "haberla escuchado". Yo, encantado de mi profesión y mi especialidad.
Terminamos la consulta abrazados con Amparo, ella moqueando, enjugando lágrimas con su pañuelito y agradeciéndome "haberla escuchado". Yo, encantado de mi profesión y mi especialidad.
Tus ojos (Amparo) y mis ojos se cerrarán y el mundo seguirá andando…
Y enciendan ya la radio y les apuesto a que no pasan treinta
minutos sin que escuchen algún consejo médico o descubrimiento de alguna nueva
propiedad de los brotes de soja, el aceite de pescado o los métodos de diagnóstico recontraprecoz.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCharly, te aplaudo de pie. Y cuando te vea te voy dar un fuerte abrazo por tu sensibilidad, humor y porque detestas este tipo de efusividades. Lo haré.
EliminarAntes de seguir, te felicito por el blog, me gusta mucho y espero que el ritmo de publicación se mantenga. Escribís muy bien.
ResponderEliminarHecha la correspondiente chupada de medias, acá va mi comentario.
ResponderEliminarSoy diabético, pero en mi última consulta al médico estaba pasando además por un momento de muchísima tensión por cuestiones laborales. Dormía poco y mal y cada vez que intentaba dormir la siesta (vencido por el cansancio, ya que no era un hábito anterior) tenía unas pesadillas horribles, incluso en las que me quedaba sin respiración y era consciente de eso. Por las mañanas cuando iba de cuerpo cada tanto también salían algunas gotas de sangre.
Se lo comenté a mi médico y la verdad que no le dio mucha importancia al asunto. No me recetó nada, me dijo algo así como "es por el cansancio, cuando pase te recuperás".
La verdad que tenía toda la razón, porque en cuanto más o menos me estabilicé con el laburo y también en el tema monetario, todo desapareció de la noche a la mañana (no, la diabetes no). Pero posiblemente otro paciente no hubiera aceptado una respuesta de ese tipo. O quizás conociéndome como soy, con eso ya daba por terminado el asunto.
Carlos , describiste muy bien nuestra relacion medico-paciente actual y sus multiples formas . El Acto medico es muy complejo ... empezando por lo mas sencillo .
ResponderEliminarCarlos , describiste muy bien nuestra relacion medico-paciente actual y sus multiples formas . El Acto medico es muy complejo ... empezando por lo mas sencillo .
ResponderEliminarSos un ídolo Charly!! :) Ojalá nunca me aqueje (ni a mí ni a mi familia ... toco madera!) el desamparo de Amparo. Si alguna vez me aquejase, quiera la suerte ampararme y que me tope la vida con un médico como vos o como mi papi, que publica acá arriba! Un abrazo grande y chin chin por muchos más como uds ... por la salud de todos nosotros!!
ResponderEliminar